Nos pasamos la vida intentando dominar al resto pero somos incapaces de dominarnos y de conocernos a nosotros mismos, y es que como saben, las mejores batallas se libran contra uno mismo, saber donde están nuestros límites, vencer nuestros miedos y complejos y dar pasos hacia adelante, son las peleas más apasionantes a las que me he enfrentado. Aquellos que no se conocen a sí mismos corren el riesgo de no conocer a nadie.
Si hemos dado ese paso, nos hemos parado a reflexionar sobre lo que somos y sobre lo podemos llegar a ser, nuestros pasos serán más seguros y las opciones de triunfar serán más altas, reduciremos así el riesgo de fracasar y mostraremos al resto de personas una confianza y una seguridad que nos permitirán crear un mayor arraigo afectivo, es una ley de vida no apta para imprudentes y para gente con prisa, es una forma de vivir que te hace ir muchas veces un paso más lento que el resto de los mortales pero que te permite llegar más lejos que el resto. Y es que el ser humano, por condición es ambicioso, palabra demonizada por muchos que para mi tiene un claro valor positivo, la ambición es la necesidad de llegar, las ganas de conocer, las ganas de crecer, de amar,... La ambición es la necesidad de llegar a un punto a base de esfuerzo, por tanto, la ambición es un aventura, muchas veces mal gestionada y sin guión previo, de ahí la importancia como les comentaba antes, de conocerse a si mismo y no dejarse llevar por los instintos más primarios como clave para poder cumplir con éxito las ambiciones personales. Sea por tanto ambicioso, pero realista y prudente.
Para mi Barcelona resume lo que somos, un conjunto de ambiciones personales y de esfuerzos individuales (arquitectura, urbanismo, naturaleza, historia...) que se plasman en un dibujo colectivo que nos hace grandes, Barcelona no se puede frenar, Barcelona es rebelde, es creativa, es ambiciosa, es nocturna, pero también es prudente y se conoce a si misma. Barcelona es lo que es gracias a que un día se paró a pensar, marcó su ritmo, marcó su rutina, personalidad y carácter y el tiempo fue el árbitro que se encargó de elevarla a la categoría de brillante.
¡Observadla! ¿No se sienten dominados por ella?
¡Observadla! ¿No se sienten dominados por ella?
