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Si hay pelito no hay delito

sábado, 21 de septiembre de 2013


Una de las noticias más sonadas de estos últimos días es la reforma del Gobierno para elevar la edad mínima de consentimiento sexual, no confundir con sentimiento sexual, pues es otra historia, pasando de los 13 años actuales a los 16, este incremento además viene precedido de una serie de polémicas reformas y cambios legislativos que afectan al aborto y que desde mi punto de vista suponen una involución en todos los sentidos.

Es evidente que estos temas nunca son objetivos y que existen múltiples sensibilidades, dependiendo de la ideología, de la religión o simplemente del enfoque ético de cada persona, y que por tanto se pueden herir sensibilidades, ahora bien, los políticos y las personas que se encargan de legislar deberían tener mucho cuidado al respecto ya que están entrando en temas muy personales, afectivos incluso, donde la interpretación puede ser errónea y por tanto la aplicación penal puede conllevar a terribles injusticias personales.

En concreto la reforma llevada a cabo por el ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 1958) introduce penas de prisión de hasta 12 años incluso en el supuesto de la que la relación fuera acordada, la misma ley acuerda que no habrá delito si la edad es similar (sin especificar nada) y si consideran a los sujetos en su desarrollo o madurez, concepto muy complicado de interpretar a efectos jurídicos ya que la misma ley no establece nada al respecto y crea una gran laguna legal en este sentido, tampoco la ley establece que entiende por relación sexual, no es lo mismo una simple masturbación que una penetración vaginal o anal, es más, hasta un tocamiento consentido se podría interpretar como una práctica sexual, según el rasero personal.

Cabe recordar que con la nueva legislación y cambios del Código Penal, se equiparan estas prácticas sexuales con abusos sexuales y agresiones a menores, lo que viene siendo una violación hablando en Román Paladino, ya que se supone que el menor (ahora con 16 años) no está facultado para consentir una relación, lo que abre la puerta a muchas denuncias que podrían ser falsas, imaginemos el caso de una adolescente que previamente habiendo consentido la práctica sexual denunciase, o lo hiciesen sus padres, a su compañero acusándole de infringir la ley, con el nuevo Código Penal en la mano este caso tendría unas consecuencias fatales si el juez hace una interpretación estricta, de ahí como decía al comienzo, las consecuencias de muchas decisiones judiciales podrían ser muy injustas, y no es que desconfíe de los jueces, pero si la ley parte con tantas lagunas y está tan alejada de la realidad sociológica de España la aplicación será complicada.

Mi petición a la clase política es que no ponga puertas al campo y ajusten la legislación a los tiempos actuales, así como destinen fondos y esfuerzos a la educación sexual para menores y adolescentes, esto no es incompatible para nada con ofrecer también valores religiosos, de hecho esto no debería ser una batalla entre ateos y religiosos, sino un debate entre ciudadanos. De no actuar así las consecuencias, también sanitarias, serán peores y nos arrepentiremos.

Unas veces se gana y otras se aprende

lunes, 1 de julio de 2013


Dicen que lo complicado no es llegar a lo más alto sino mantenerse en esa cima. El éxito es efímero y bien lo saben los deportistas de élite o los talentos, pero aquello que queda, es decir, el legado, es eterno. Ayer los amantes del fútbol presenciamos un espectáculo pocas veces antes visto, la selección nacional, campeona del mundo y de Europa de forma consecutiva, se enfrentó a Brasil, la selección más laureada de la historia, en el estadio de Maracaná, un auténtico templo del fútbol con más historia que goles. Los ingleses podrán decir que inventaron el fútbol, pero fueron los brasileños quienes le pusieron color a un deporte que hasta entonces se practicaba en blanco y negro.

Ayer toda esa mitología y leyenda que rodea a Brasil surgió y España no pudo hacer nada, empezaron ganando la batalla psicológica con un público entregado y lo demás vino rodado, nos faltó la magia de otros momentos y no hubo más remedio que sucumbir ante la superioridad de Brasil, entre tanto se intentó, pero no fue posible, ellos además venían muy motivados pues sabían que nosotros éramos el rival a batir y querían evitar a toda costa ser destronados en su propia casa, en todo momento supieron anularnos.

Pero no es momento pues de buscar culpables ni personalizar una derrota en jugadores concretos, al igual que las victorias fueron colectivas, las derrotas también lo son, y por tanto es justo aplaudir la actitud del equipo hasta el último segundo de partido y la deportividad, ser conscientes del nivel alcanzado, así como por supuesto dar la enhorabuena a Brasil por su triunfo, además, y como dije al principio, es más importante el legado que no un resultado concreto, y este legado es la mejor generación de deportistas de nuestro país, son unos valores, una actitud, un compañerismo, una ilusión y una cantidad infinita de cosas complicadas de explicar que van desde lo más racional, el buen juego o el talento deportivo, hasta la parte más irracional, como son los momentos de emoción, sufrimiento y lágrimas, momentos que serán complicados de borrar de nuestra retina, todo esto acompañado de títulos y reconocimientos mundiales, en definitiva algo impagable.

Por eso ayer, la escuadra de Vicente del Bosque y en definitiva todos los seguidores que aguantamos hasta las tantas de la madrugada, aun sabiendo que el partido estaba perdido, aprendimos una lección, una estupenda lección de que en esta vida unas veces se gana y otras se aprende, se aprende de quien es superior a ti, pues solo éste nos hace mejorar y progresar para ser más competitivos y para no hacer de una derrota una resignación sino un grado de experiencia más, solo así, con esfuerzo y aprendizaje diario se alcanza las cimas más altas, recuerden, esto forma parte del legado del que les hablé.

Me despido sin más dilaciones con una merecida ovación a los nuestros y también a Brasil por el espectáculo de anoche y les recuerdo que el próximo año Maracaná volverá a albergar una final, pero en este caso de un Mundial, que son palabras mayores. Sigamos soñando pues hay motivos. 

Sin becas no hay paraíso

jueves, 27 de junio de 2013


Estos días andamos sumergidos en la polémica (otra más) tras las declaraciones del ministro de Educación José Ignacio Wert, quien afirmó que para poder acceder a una beca el estudiante debería de obtener una calificación del 6,5 como mínimo. No tardó mucho en rectificar sus palabras debido a la respuesta masiva de las redes sociales así como de los diferentes colectivos de estudiantes o profesores. La cuestión es que la veda está abierta y la polémica servida en una materia muy sensible desde mi punto de vista, puesto que la educación es el futuro de un país y no destinar suficientes recursos supone deteriorar el capital humano y productivo, y por tanto una mala inversión hablando en términos económicos.

Entiendo que los recursos son limitados y que el país vive una contracción económica importante y esto se traduce en menos ingresos por parte del Estado y consecuentemente en menos gasto público, y que por tanto conviene hacer ajustes, reducir duplicidades, burocracia de Estado y tantas otras cosas con el fin de cuadrar los balances, y por tanto sí, conviene hacer recortes, pero hay que saber meter la tijera para que la sangre no salpique y creo que el ministro Wert, quien se crece ante el castigo, de momento, no está sabiendo atinar en el corte.

Sé que es muy fácil hacer una crítica desde la distancia y sin responsabilidades políticas y de hecho podría hablar de los problemas estructurales del sistema educativo, del hecho de que cada gobierno haya derogado el modelo anterior para imponer el suyo propio o podría tirar del fácil recurso de compararnos con Alemania o los países nórdicos para así evidenciar el problema, pero no lo voy a hacer porque eso no aportaría nada más que frustración, estaría cargando además culpas que no son de una sola persona y además estaría usando cierta demagogia puesto que la situación económica y cultural de nuestro país es muy diferente a la de Alemania o los países nórdicos, así que cogeré al toro por los cuernos (no me refiero a Wert) y aportaré mi propuesta con su respectiva justificación, de forma clara y directa.

Hay dos tipos de becas, aquellas destinadas a la gente con menos recursos, que tienen una función de cohesión social, y las que van destinadas a las personas con mejores notas, es decir, a premiar al buen estudiante, si aumentamos la nota de corte estaremos privando a la gente con menos recursos, ya que mucha gente, por factores personales, sea la obligación de trabajar para poder pagarse la matrícula universitaria o sea el nivel de instrucción familiar, parten con una desventaja que el Estado debería corregir si quiere cohesionar socialmente un país, y por tanto reconocer esas dificultades existentes en forma de beca, no estoy pidiendo que se dé dinero a aquellos estudiantes que no quieran hacer nada, ya que por supuesto hace falta llegar al aprobado y soy el primero en exigir competitividad y excelencia, pero todo lo que sea incrementar la nota mínima creará esta desigualdad, además letal en tiempos de crisis. Luego, tampoco nos conviene financiar a un estudiante y una vez hecho el gasto, que este emigre a Alemania o Reino Unido y genere la riqueza allí, porque estaríamos financiando la economía de otros países, conviene retener el talento que hemos formado aquí.

Por tanto mi solución sería, fijar unos criterios económicos, basados en la renta personal y de los padres, así como del patrimonio disponible y de ahí otorgar la beca siempre partiendo de un aprobado, es decir, de un cinco. Luego una vez generada esta beca, si las notas no acompañan el precio de la matrícula se iría incrementando de forma gradual como castigo a la falta de rendimiento (esto ya se aplica habitualmente) si por el contrario el alumno muestra un rendimiento seguiría recibiendo la beca, pero esta beca no se haría de forma efectiva, al menos una parte, sino en forma de deuda parcial, es decir, que una vez el estudiante haya obtenido la titulación se le descontará una parte de la remuneración cuando tenga empleo, en forma de IRPF, siempre y cuando este salario se genere en el país lógicamente, de esta forma evitamos la fuga de talentos y a la vez financiamos a los estudiantes que realmente lo merecen (por nota, por renta o por ambas), es una solución que requiere de voluntad política y que además aplican muchos países como Estados Unidos, ciertamente estaríamos convirtiendo al estudiante en una deuda parcial y temporal, pero este término no tiene porque asustarnos ya que todas las subvenciones y ayudas del Estado, hasta la pensiones, se generan mediante deuda, colectiva y en manos de los mercados, pero al fin y al cabo deuda, de esta forma además, la deuda quedaría saldada en poco tiempo y sin necesidad de entrar en manos del circuito privado, ganaríamos todos y lo más importante la titulación tendría un valor real y efectivo y no de mero elemento decorativo, porque al fin y al cabo el objetivo de todo modelo académico es formar a la gente para que acabe consiguiendo un empleo.

Así que tome nota señor Wert, no reduzca becas ni dotación económica para la escuela pública, mejore la eficiencia de las mismas o estará creando un problema social para las próximas décadas.

¿Por qué el país no está en llamas?

miércoles, 1 de mayo de 2013


Es una pregunta que muchos de ustedes se hacen todos los días. Incertidumbre y duda. ¿Cómo es posible que con tanto paro, corrupción y pobreza esto no haya estallado? ¿Qué más tiene que pasar? Normalmente estas conversaciones, siempre en tono de resignación, suelen acabar con un sombrío, "al final se va a liar una gorda, ya verás." Pero lo cierto es que de momento, excepto algunos movimientos más o menos coordinados de protesta cívica, existe una calma social importante. 

¿A qué se debe esto? La respuesta es diversa y compleja, pero trataré de ofrecer una explicación esquemática y fácil de entender.

1. El primer factor, y para mi el más importante de todos, es el famoso colchón familiar. Sea por nuestro gen mediterráneo o por una serie de factores culturales, la familia juega un rol importante y diferente al de otros países del centro y norte de Europa, de raíz protestante. Lógicamente, de no existir este respaldo, el país estaría en llamas, ya que los cuadros económicos son completamente insostenibles. La familia hace realidad la máxima de que nunca te va a faltar un plato caliente o una cama donde dormir, esto también nos hace más propensos a quedarnos en casa y no querer salir de ese círculo afectivo y arriesgar o emprender, a su vez explicaría que nuestro número de emigrantes, a pesar de haber aumentado, es relativamente bajo. Si nos remontamos a la historia podemos decir que el carácter numantino sigue formando parte de nuestro ADN. Por desgracia.

2. El segundo factor, y muy relacionado con el primero, es la economía sumergida. No hay datos oficiales, pero se estima que casi un 25% del PIB formaría parte de la economía sumergida. Este empleo permite a muchas familias obtener ingresos, ciertamente no es justificable ya que el Estado deja de percibir una suma importante de dinero y se ve obligada a subir impuestos para recaudar más, y por tanto sería perjudicial para el conjunto de la sociedad, pero es comprensible dada la grave situación de desesperación colectiva. Claro que dentro de este grupo podemos encontrar auténticos evasores fiscales a Hacienda que no lo hacen precisamente por supervivencia. 

3. El tercer punto es el miedo. Este punto es crucial y se ha venido cocinando por los medios y por el sistema. El sistema nos ha acomodado, nos ha dado una serie de supuestos derechos y libertades, a los cuales no queremos renunciar ya que con ellos hemos nacido y hemos vivido épocas gloriosas (materialmente hablando) y por tanto cambiar ese chip resulta casi imposible. Aun sabiendo que estamos en la miseria económica, no concebimos una revolución porque nuestro inconsciente nos dice que esto es un ciclo económico y que nos recuperaremos, y que por tanto mientras hay que aguantar. Además, el Estado nos proporciona una sanidad o educación pública, así como la libertad de mercado nos permite tener un móvil de última generación por ejemplo, y claro, muchos piensan que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, y ciertamente esto explica que sea complicado un levantamiento general de la población, incluso muchos de los que llaman a la revolución (mero postureo) en realidad, llegado el momento, se acobardarían y protegerían sus bienes.  

4. El individualismo es el cuarto punto. Es consecuencia del punto anterior. El sistema secular y de pocos valores humanos en el que vivimos nos ha hecho ser profundamente egoístas. Primero nosotros, luego nosotros y finalmente, si sobra algo... ¡Nosotros también! Con esta mentalidad es muy difícil lograr cambios, más allá de los cambios personales. Este punto está siendo no solo la tumba de España sino del mundo occidental en su conjunto. Pero nos equivocamos, pues la realidad acaba explotando, por mucho que no queramos ver lo que hay delante o pretendamos esquivarlo, esos problemas van a estar ahí, y solo el compromiso colectivo y las renuncias personales, cosa inimaginable hoy día, invertirían esta tendencia. Siempre pongo el ejemplo de Estados Unidos, exponente máximo del egoísmo. Allí, lo importante es el triunfo personal, ser el mejor jugador de clase y acabar ligando con la bailarina más guapa en la fiesta de graduación, casarte, ser rico y vivir a las afueras felizmente, da igual que luego haya miseria y pobreza a tu alrededor, pues bien, un día, uno de esos fracasados irrumpe con una pistola en el colegio y provoca una masacre, y entonces, a esas personas adineradas y exitosas, les cambia la vida en cuestión de minutos, el país se pone de luto, y se preguntan porqué. El porqué es ese, una sociedad no avanza si por cada triunfo individual existen cinco fracasos.

5. El sentido del deber. Al igual que critico de los americanos su excesivo individualismo, a su favor digo que tienen un alto sentido del deber, pieza clave de la religión protestante. He llegado a la conclusión de que para que un sistema de carácter liberal como el actual se mantenga hace falta un sentido del deber por parte de la ciudadanía. Es decir, darnos importancia como sujetos ciudadanos (eso no quiere decir renunciar a lo colectivo) en los actos de nuestro día a día. Tener remordimientos cuando hacemos algo mal, tener personalidad, valores y en definitiva, ser muy responsables de nuestros actos. Si actuamos así, y no por los impulsos (muchos de ellos artificiales) acertaremos más, y seguramente cuando fallemos, también corregiremos antes. El no tener sentido del deber explica que en este país firmáramos hipotecas como churros pues "las pagas sin darte cuenta" o hiciéremos ostentación ante los vecinos de tener el mejor coche, que hoy está parado y sin gasolina en el garaje. Sé que mis palabras son duras, y de hecho jamás me alegraría del error o ruina ajena, pero hay que ser conscientes de lo que se hace y dice en todo momento. Si yo mañana voy al casino y me juego todo mi dinero al rojo y lo pierdo no iré luego al papá Estado a llorarle mis penas por haberme quedado sin dinero, asumiré que mi avaricia por doblar mi dinero me hizo perder. Y esto, en parte explica que en ese país sea complicado revelarse contra las injusticias, porque en el fondo muchos ciudadanos saben que actuarían igual que el más corrupto de los políticos y robarían igual, y por tanto, ¿para qué te vas a quejar? Triste pero real. Además, ¿de qué sirve sacar las guillotinas sin asumir antes también los errores personales? Muchos no daremos soporte a una revolución de ese estilo porque parte de una base egoísta. Y no estoy justificando con esto las conductas corruptas de banqueros o políticos, que se dejaron llevar por el punto cuatro.

6. ¿Quién empieza la revolución? El sexto y último punto también es importante y me podría extender mucho, pero trataré de ser escueto. Dicen que toda revolución necesita de un líder. Hasta ahora los sindicatos y una serie de intelectuales han jugado ese rol, y siempre que pulsaban el botón congregaban a las masas, pero con la destrucción de la clase media, convertida hoy en clase baja, los sindicatos no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y solo defienden los intereses de esa clase media que ha resistido, así como de cierto sector funcionarial, pero no del resto de clases populares donde está el grueso de la población y que están completamente huérfanas. El lenguaje sindical ya no cala entre estas capas de población, perdiendo afiliados por doquier, así como tampoco el de los partidos políticos tradicionales, vistos como culpables de la crisis al tiempo que los intelectuales o artistas provocan más pena que no aplausos, véanse los discursos en los Premios Goya, completamente artificiales. Y claro, es imposible que una revolución triunfe si el grueso de la población no se identifica con los elementos anteriormente citados. De momento lo único que ha tenido relativo éxito ha sido el movimiento 15-M en sus inicios, capaz de llenar calles y plazas utilizando las redes sociales, con una temática neutra y con la voluntad de la gente corriente. Es decir, lo espontáneo tiene más éxito pues la sociedad en su conjunto está carente de líderes para iniciar una revuelta, existe desconfianza y mucho recelo. Nadie se fía de nadie.

Si aplican los seis puntos anteriores tendrán la explicación de porqué el país no está en llamas. Las revoluciones, dicen, empiezan por uno mismo. 

La libertad tiene un precio

martes, 29 de enero de 2013


Es un tema recurrente, sobre la libertad se ha hablado mucho y existen infinidad de citas célebres al respecto, pero hoy les hablaré de la importancia de ser libres, o al menos, de intentarlo.

Ser libre es una meta, un objetivo complicado y muchas veces inalcanzable debido a una gran cantidad de factores, desde económicos a afectivos, pero al menos hay que intentar cruzar esa travesía. Muchos creen que la libertad es decir lo que uno quiera y hacerlo además gritando con fuerza, no les negaré que esa es una parte de la libertad, pero es solo la parte estética de la misma, la visual y la que nos han vendido los medios, esa falsa sensación de libertad material y de transgredir con lo que te imponen, muchos, una vez alcanzado ese estado ya se dan por satisfechos pues creen ser libres, pero la libertad es mucho más que eso, los luteranos suelen decir que la libertad real es la que permite cambiar las cosas, la que provoca una reacción y un cambio, es decir, la libertad es un acto de renuncias diarias y de imposiciones, parece contradictorio, para lograr un fin, lo contrario al concepto de libertad que tenemos por los países del sur del Europa, donde libertad siempre fue sinónimo de revolución y alteración del orden, aunque ésta no fuera sinónimo de éxito, es decir, después de todo el esfuerzo no se logró nada, o lo que es lo mismo, fuimos esclavos de unas convicciones imposibles y utópicas pensando que éramos libres. 

Hay que aceptar que ser libre te cierra puertas y te hace perder amigos (conocidos, mejor dicho) pero es el precio de la libertad y de opinar, si tus convicciones son de profunda libertad y actúas con sinceridad muchos medios de comunicación no te llamarán ya que éstos tienen una línea editorial a seguir, en función de lo que diga el amo, y un código ideológico con el cual no se puede discrepar y por tanto si realmente eres libre y tus palabras pueden alterar el estado de opinión de la gente, es decir, tienes espíritu crítico, olvídate de que te llamen, ya que los medios hoy día no tienen la labor de informar sino de deformar tu mente y manejarte a su antojo para que actúes y votes de una forma precisa, esto lo explica muy bien el polifacético Pedro Ruiz en "La Contra" de La Vanguardia. Si lo que vas a decir en el medio es irrelevante o son cuatro tonterías entonces te llamarán, se echarán unas risas y todos te aplaudirán pues saben que tus palabras se quedarán ahí. Suele decirse mucho eso de "si te mueves, no sales en la foto." Pues eso.

¿Y por qué perdemos amistades cuándo somos libres? Pues es lógico, siempre ha pasado. Es más, incluso antaño era peor ya que quien discrepara de la doctrina de la iglesia, por ejemplo, era un hereje y era condenado y llevado a la horca o que decir de Gandhi o tantos otros luchadores por la libertad a los cuales se les atizaba con violencia. Hoy día la iglesia ya no manda y por suerte, salvo excepciones, no te pegan por pensar diferente. Mandan los medios, manda lo políticamente correcto, mandan unos círculos de poder que nos dicen cómo tenemos que hablar, pensar y actuar, y quien se sale de ese círculo es linchado verbalmente, ridiculizado o tratado de loco. -¿Dónde vas haciendo eso? Que diría alguno. Y la verdad que es complicado enfrentarte a ellos porque sería como enfrentar a una hormiga contra un elefante. Es decir, manda la nueva fe de lo políticamente correcto y el poder de manipulación de los medios es tan grande que a veces nos hacen sentir culpables de situaciones que no hemos provocado nosotros, dándose una paradoja muy curiosa donde yo, por ejemplo, puedo ser visto como un enemigo, por criticar algo injusto como puede ser un recorte en sanidad o educación, y el malo de la película, el político de turno que lo hace, es visto como un amigo a ojos de muchos ciudadanos (abducidos) que justifican el recorte porque es "muy necesario". Pero créanme, merece la pena hacer ese esfuerzo, actuar con sinceridad y libertad, aunque ello te haga perder amistades y te desgaste, es mejor tener cuatro amigos de verdad que no veinte de postín aplaudiéndote por no decir nada, y sobretodo la sensación de ser crítico con lo que pasa a tu alrededor cada día y decirlo sin tapujos es una sensación que te gratifica y te realiza cada noche cuando te vas a la cama, una sensación de haber hecho bien tus deberes como ciudadano, y de que con tus actos estas ayudando a cambiar y transformar la realidad, te hace tener la conciencia muy tranquila, recuerden lo que dije de los luteranos.

La libertad es eso, no la esperes, actúa de forma libre, no dejes que te digan que eres libre, demuestra que realmente lo eres, y aún sabiendo que hoy la situación económica nos condiciona y no nos deja elegir, al menos dentro de lo que dependa de ti, actúa con libertad y sin miedo. Volviendo a Pedro Ruiz, éste dice siempre: "Yo soy libre porque lo decido yo, no porque me lo permita usted". ¡Qué gran verdad!

 
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